El concepto cognición y su
adjetivo cognitivo se emplean para designar los procesos mentales que hacen
sensible el conocimiento del mundo. En estos procesos intervienen la
delimitación de la figura del fondo, relaciones internas entre elementos y la
formación de conceptos, la búsqueda heurística de elementos significativos, la
formación de hipótesis, la comparación con modelos a corto y largo plazo y la
codificación o etiquetado lingüístico así como la solución de problemas.
Por cognición ambiental –según
Aragonés (1991:65)-- se entiende “el conocimiento, imágenes, información,
impresiones y creencias que los individuos y grupos tienen acerca de los
aspectos elementales, estructurales, funcionales y simbólicos de los ambientes
físicos reales o imaginarios, sociales, culturales, económicos y políticos”.
La clave de la conducta humana
consiste en llegar a conocer cómo la gente percibe el mundo que le rodea, es
decir, la manera en que estructura su relación como organismo en el medio natural
y el medio cultural produciendo sus “representaciones cognitivas”.
Para entender la cognición
ambiental existen dos enfoques posibles. El primero se fija en el proceso y la
segunda en los contenidos. Razones por lo que se trata de un tema de estudio
interdisciplinario cuyos aspectos básicos enunciamos pero la profundización en
estos se deja al interés del lector.
Los mapas mentales tienen como
función facilitar la localización y movimiento dentro del espacio físico. Por
lo que son, en general, como un esquema de orientación que acepta información y
dirige la acción.
Sin embargo, ante sobrecarga en
la información son claves para el ciudadano las siguientes propiedades cuya
definición hace Kelvin Lynch para los ambientes urbanos (Aragonés, 1991: 69):
Ø Identidad. Imagen eficaz porque se distingue,
es reconocible como entidad separable, es decir, individual.
Ø Estructura. Es la relación especial o pautal
del objeto con el observador y con otros objetos.
Ø Significado.
Debe expresar algo emotivo o práctico para el observador.
Ø Sendas. Son conductos que sigue el observador
normalmente, ocasional o parcialmente. Pueden estar representados por calles,
senderos, líneas de tránsito, canales o vías férreas.
Ø Bordes.
Son límites entre dos fases, rupturas lineales de la continuidad, como playas,
cruces de ferrocarril, muros. Constituyen referencias laterales y no ejes
coordinados.
Ø Barrios.
Son las secciones de la ciudad cuyas dimensiones oscilan entre medianas y
grandes, concebidas como en un alcance bidimensional, en el que el observador
entra en su seno mentalmente y que son reconocibles como si tuvieran un
carácter común que los identifica.
Ø Nodos.
Son los puntos estratégicos de una ciudad a los que puede ingresar un
observador y constituyen los focos intensivos de los que se parte o a los que
se encamina. Pueden ser ante todo confluencias, sitios de una ruptura en el
transporte, u cruce o convergencia de sendas, momentos de paso de una
estructura a otra.
Ø Mojones.
Son otro tipo de punto de referencia, pero en este caso el observador no entra
en ellos, sino que le son exteriores. Por lo común se trata de un objeto físico
definido con bastante sencillez, por ejemplo, un edificio, una señal, una
tienda, o una montaña. Su uso implica la selección de un elemento entre una
multitud de posibilidades.
Las diversas manifestaciones del
ambiente van siendo integradas por las personas para formar o desarrollar los
esquemas cognitivos correspondientes a los ambientes urbanos. Todo tipo de
señales se procesa. Por consiguiente, todos los sentidos intervienen.
Al respecto cabe destacar que uno
de los papeles predominantes de los mojones es su función como elemento de
aviso o de punto de localización para las personas no excesivamente
familiarizadas con el ambiente. Las sendas son los elementos de unión de los
mojones, las que dan la forma secuencial del conocimiento.
Así, a medida que los sujetos
tienen más familiaridad con el ambiente, aumenta el número de nodos y sendas y
se estabiliza el número de mojones por lo que estos son importantes en el
aprendizaje de ambientes nuevos.
Por su parte K. Lynch señala que
existen mapas cognitivos colectivos a los que llama imágenes públicas, es
decir, muchos habitantes de la ciudad tienen la misma imagen de ella, o al menos
coinciden en gran número de elementos.
Como hemos visto el ambiente se
define como todos los contextos en que el sujeto se pueda desarrollar (calle,
trabajo, escuela, casa, etc.) y afecten al conjunto del grupo al que pertenece
aquel.
Sin embargo, las personas no
siempre se percatan del modo en que el ambiente afecta su comportamiento. Pero
esto es lo que ocurre y las premisas básicas de este enfoque son:
· El ambiente es tanto físico como social en su
interrelación con el comportamiento. No se entiende uno sin los otros.
· Importa
tanto los aspectos del espacio construido como las cuestiones relacionadas con
los espacios y recursos naturales (ecosistemas).
· El ambiente social y conductual se refiere al
espacio personal, territorialidad, intimidad, hacinamiento, ‘ecología’ del
grupo pequeño y el comportamiento pro ambiental.
·
Los efectos del ambiente sobre la conducta del
sujeto como aquellos otros producidos por la conducta sobre el ambiente son
bidireccionales y recíprocos.
·
La unidad de análisis es la persona en el
entorno.
·
Persona y entorno se definen dinámicamente y se
transforman mutuamente a lo largo del tiempo.
·
La estabilidad y el cambio coexisten mutuamente.
·
La dirección del cambio es emergente, no
establecida a priori.
·
Es importante buscar tanto las fuentes del
cambio como la forma en que el cambio a un determinado nivel afecta a otros
niveles, creando nuevas configuraciones de persona-entorno.
·
Se trata de entender el ambiente tal y como lo
experimentan las personas en su vida diaria.
·
Es un enfoque interdisciplinar.
En lo individual, los estresores
ambientales como la temperatura, el ruido, los desechos tóxicos, la presión
demográfica, las inundaciones, las sequias, entre otros, tienen un impacto
significativo en la salud y bienestar de los seres vivos. Las personas se
adaptan a estos estresores activando conocimientos, normas, desarrollando
habilidades y estrategias cognitivo-conductuales y modificando sus actitudes.
Bibliografia
1. Aragonés, Juan Ignacio. (1991)
“Capitulo 4. Cognición Ambiental” (Paginas 65 a 81), en: Introducción A La
Psicología Ambiental. México: Alianza Editorial.
2. Rodríguez Sanabria, Fco.
(1991) “Capitulo 3. Percepción Ambiental”, (Paginas 51 a 64), en: Introducción
A La Psicología Ambiental. México: Alianza Editorial,
3. Vargas Melgarejo, Luz María
(1994). “Sobre el concepto de percepción”; (páginas 47 a 53), en: ALTERIDADES.
Sobre el conocimiento antropológico. UAM- Iztapalapa. Año 4, numero 8.