Los problemas de la ciudad tienden a tratarse de forma desmembrada, ignorando el principio de los sistemas integrados e interdependientes por lo que no existe una relación orgánica entre aquellas instituciones dedicadas al riesgo urbano con aquellas centradas en su planificación sectorial, ambiental, social y territorial.
La conveniencia, por su parte, se expresa entre otras cosas, en lo poco que se hace para controlar el asentamiento y construcción en zonas de riesgo, acompañado por la ya comentada institucionalización de éste, a través de la dotación de servicios urbanos a las colonias marginales y pobres. La alternativa a este modo de resolución puede ser la creación de bancos o reservas de tierras en zonas de aceptable seguridad, como un esfuerzo para encontrar opciones al asentamiento irregular y desprevenido de la población más vulnerable.
Un corolario de la debilidad institucional frente a la inseguridad en la ciudad, nos remite a esquemas centralistas, tecnocráticos y tecnológicos. En el caso del riesgo urbano, los enfoques que prevalecen se fundamentan principalmente en la idea del traslado de pobladores o la construcción de obras de control de inundaciones o deslizamientos. Estas soluciones no son tales, si se considera el problema del riesgo desde la perspectiva de los sujetos del riesgo.
La participación de la población en la decisión política y en la selección de opciones frente a sus problemas particulares y la necesidad de disponer de enfoques y soluciones heterogéneas es ineludible. Siendo estas vulnerabilidades muy agudas en lo que se refiere al riesgo en la ciudad.
Debido a que el riesgo se construye a través de múltiples procesos relacionados con el desarrollo territorial, sectorial, ambiental y social, la gestión del mismo debe considerarse un componente intimo de los procesos de planificación en estos ambientes y no como una problemática aparte con sus propios móviles. La reducción de riesgo debe ser un componente e indicador introducido en cada actividad de la planificación en el nivel urbano y en cada nuevo proyecto de desarrollo sectorial, territorial o ambiental que se promueven.
El alto rango de amenazas existentes se combina con los procesos y expresiones diversas de la vulnerabilidad, para crear muy variados contextos de riesgo en el espacio urbano. Los grados y contextos de riesgo y su significación social varían también, de acuerdo con el tamaño y complejidad del centro urbano bajo análisis y su posición en la jerarquía urbana nacional e internacional.
Entender los procesos de conformación del riesgo, identificar los factores principales que contribuyen a su desarrollo y agudización, son acciones imprescindibles si la idea de la reducción del riesgo ha de convertirse en una práctica posible. La adecuación de los esquemas institucionales y organizacionales al logro de los objetivos de la reducción, se convierte en una meta de igual importancia, y un desafío en el contexto del desorden urbano prevaleciente y la tendencia a la privatización de la ciudad y del riesgo mismo.
Pero, entender el riesgo y medir, analizar o cuantificar sus expresiones sociales y territoriales, no es solamente necesario en cuanto a la búsqueda de la prevención y la mitigación del mismo. Esta comprensión se convierte en un pilar necesario para la planificación adecuada y la dotación de recursos consecuentes con las posibles necesidades durante tiempos de desastre y reconstrucción pos desastre en los centros urbanos. Sin entender el problema del riesgo es imposible la planificación adecuada según su expresión concreta y fenomenológica, que adquiere forma cada vez que el riesgo se actualiza, manifestándose en un desastre particular. Además, la reconstrucción debe fundamentarse antes que nada, en la creación de condiciones de vida que no reproduzcan los mismos entornos de riesgo que permitieron que el desastre ocurriera. Sin entender estos entornos difícilmente se puede planificar para reducir su riesgo en las postrimerías de un desastre ya acontecido.