En este sentido busca que se integren el arte, la tecnología, la ciencia y la sociedad en el medio físico natural y artificial como una totalidad útil, estética, significativa, protectora y adecuada a la naturaleza y la cultura de una sociedad en un espacio y un tiempo determinados.
En cambio, en la vida cotidiana, existen acciones centradas en la especie humana que explotan a gran mayoría de este y depredan a la naturaleza por lo que modifican negativamente al entorno. Por lo que se pueden constatar los siguientes enunciados:
- La Tierra ha alcanzado el límite de lo soportable.
- El género humano tiene la capacidad y requiere hacer aquello que la naturaleza ha hecho por sí misma en los siglos pasados para asegurar su preservación como especie.
- Esta tarea es de tal magnitud e importancia que abarca absolutamente todo y, en consecuencia, todas las experiencias e instrumentos conocidos deben ponerse a disposición del rescate y conservación de la naturaleza.
En efecto, el mundo de la construcción convencional, en apenas 50 años, ha perfeccionado sistemas edificatorios antinaturales, creando problemas allí donde no existían: materiales tóxicos, falta de transpiración en los edificios y puentes térmicos. Y, como consecuencias imprevistas, enfermedades de todo tipo y magnitud entre los usuarios.
Algunos productos utilizados en la construcción son altamente dañinos para las personas y por supuesto para el medio biofísico y se han utilizado y se utilizan sin reparos. Otros ya están proscritos en Europa y américa anglosajona, como el amianto y ciertos aditivos del cemento como el cromo, aunque estos productos cancerígenos existen y existirán por mucho tiempo aun hoy en multitud de edificios. Y distintos materiales se siguen utilizando como el PVC, las lanas de roca, los compuestos químicos de las pinturas y barnices, el aluminio, los aditivos de cementos y yesos, los aislamientos sintéticos derivados del petróleo. Muchos de ellos conllevan un desgaste enorme para nuestro planeta.
La presión industrial, química y de grandes corporaciones es inmensa. En muchos casos estos intereses han sido los que han marcado las pautas del proceso económico y constructivo, sin tener en cuenta el principio de precaución. En otras ocasiones los profesionales y las administraciones se han rendido descaradamente ante las propuestas de la industria. De este modo se ha eliminado, en apenas una generación, una forma de construir más humana y artesanal. Además, se ha llegado a unos niveles de calidad constructiva pésima con edificios despilfarradores de energía.
Respecto a la ciudad se debe aceptar que le falta orden, los medios masivos de comunicación, el consumismo, la circulación y la infraestructura de servicios públicos la enredan y complican innecesariamente lo cual lleva a que la vida se desarticule y entorpezca el alma humana. La ciudad ya no contribuye a la civilización de la humanidad. ¿Quiénes responsable de todo esto? Sin duda los que callan.
De manera que en las subsiguientes líneas y entradas de este blog, se podrá conocer algunas razones para cambiar el modo de vida occidental hacia otro de mayor responsabilidad y contrapeso a las situaciones referidas contrarrestando los efectos negativos de las mismas.
De inicio podemos afirmar, se requiere una actitud de mayor disposición a cambiar el individualismo, desinterés por la naturaleza hacia el altruismo con el hombre y solidaridad con la naturaleza.
No es una utopía. El hombre puede y debe adaptarse; desarrollar sitios, transformar entornos cambiantes por sí mismos. Pero esto no debe traer consigo una cadena de efectos inesperados ni negativos sobre el género humano ni en contra de la naturaleza.
Por ello mismo, los espacios adaptados y las redes específicas que los posibiliten requieren en su construcción satisfacer aspectos relacionados con su estabilidad ante el uso normal o por movimientos de la tierra (sismos) tanto como respecto a los factores ambientales.
Esto es requerido así porque los ambientes constituyen marcos para las actividades humanas en los cuales se articula espacio, luz, formas, texturas, colores, objetos, mobiliario y otros elementos para constituir ciertas pautas de uso, comportamiento y expectativas de vida que revaloricen y otorguen funcionalidad y significado a los espacios físicos interiores o exteriores delimitados.
Para alcanzar tales requerimientos, un diseñador de ambientes debe tener actitud reflexiva; creatividad práctica; fuerte motivación para la investigación aplicada; facilidad para el trabajo en equipo; interés por el manejo de las tecnologías del área; habilidades de expresión gráfica y disposición para adquirir conocimientos de gestión administrativa y financiera acorde con los requerimientos del mundo contemporáneo.
Con tales herramientas, dicho profesional empleará el diálogo, los valores de equidad, solidaridad y aceptación para promover la conservación, cuidado del ambiente y el mejoramiento de cualquier asentamiento humano en la construcción de una mejor calidad de vida.
En consecuencia, ese profesionista también requiere la comprensión de las cualidades y comportamiento humanos e interacciones entre las personas entre sí y con el entorno pues lo que más interesa es que sus diseños sean culturalmente específicos.
De este modo, el estudiante deberá comprender la forma para cada edificio y la urbe en relación con la luz, temperatura, humedad, sonido, ventilación y armonía visual. Y por ello mismo, los sistemas artificiales, únicamente los deberá usar como elementos auxiliares que corrigen defectos básicos de diseño que se podrían haber resuelto con un proyecto adecuado.
Sin embargo, lo apuntado hasta aquí tan solo constituye una pequeña parte del avance que requiere la humanidad hacia el reconocimiento en el mundo de distintas formas de responsabilidad frente a los recursos naturales, la descentralización de sistemas surgidos desde la gente, sus comunidades y lo que estas mismas acepten como desarrollo.